Ya no sé el motivo de mis lágrimas.
Me pregunto de dónde saco la fuerza para continuar sonriendo... Son
demasiadas batallas perdidas, demasiados intentos fallidos que...
desgastan. Nunca me quise rendir, nunca empecé una batalla imaginando
que la perdería. De hecho le ponía ganas, ¡juro que las ponía! Pero
siempre llega un momento que todo se tuerce y con ello, con ello... me
tuerzo yo. Y me duele, claro que me duele.
¿Cómo no me va a doler ver que pierdo personas que merecen la pena por
mis putos miedos? Miedos que no soy capaz de controlar y que las otras
personas desconocen... Lo siento, he cometido toda mi vida el error de
ser demasiado miedosa. Enfréntate al miedo, dirás, y lo intento, pero el miedo me acaba pudiendo... ¿Y para qué mentir? Si para vos es mejor estar lejos de mí, sin conocer todo lo que me desequilibra. Me faltan apoyos, me sobran ganas de
ser escuchada. Y volvemos a lo de siempre: Decepciones y mi.. mi forma
de evadir toda la realidad, de camuflar mis problemas detrás de un
"estoy bien, ¡no te preocupes!". No puedo pedir a nadie que me lea
mente, ni siquiera que lean entre líneas cuando a veces ni digo nada
entre cada uno de los renglones de mis escritos. No puedo pedirle a
nadie que me abrace cuando tengo ganas de llorar. No puedo pedirle a
nadie que esté a mi lado, aunque sea en silencio. No puedo pedir nada. Y
otra vez, la culpa es mía. Por esperar demasiado, por ser demasiado
inocente, por ser tan... yo.
Qué patético me resulta todo.